Varios años han pasado desde mi última visita a Girona. Es una ciudad que siempre me llama a volver, que me atrae con la variedad de colores que se ven a orillas del río Onyar que la cruza, con la cantidad de puentes diferentes que tiene, con la belleza de sus calles adoquinadas y con la majestuosidad de su catedral.
Este día, el calor fue de los más fuertes de este verano en Catalunya, pero conseguimos sobrellevarlo con una buena sesión de fotos y con alguna que otra parada en las heladerías de su centro histórico (como, por ejemplo, la Heladería Rocambolesc, en calle Santa Clara, 50).
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