Menorca ha sido uno de los mejores viajes que he hecho en familia y estos días he aprovechado para acabar editando y compartir aquí en la web.
Menorca es sencillamente espectacular. Sus playas son contrastadas de sur a norte donde se mezclan arenas blancas y finísimas y arenas rojas más gruesas, más áridas a primera vista, pero ambas con aguas tranquilas y calientes que invitan a quedarse por siempre en ellas. Por destacar algunas de nuestras playas del norte como favoritas, la cala Pregonda o la cala Pilar, sin duda.
Me encantan los extremos de colores entre unas y otras. Los caminos que has de recorrer para llegar a estas calas forman una parte importante de la experiencia. Las vistas son inmejorables y los olores a pino y a sal te llenan los pulmones de aire puro... Lo mejor es que después del calor del camino, el baño en esas aguas impolutas es la recompensa perfecta.
Hubo tiempo para todo en los días que estuvimos allí: playa de día, playa de tarde; días de visitar los talaiots y tardes de pasear por Maó; mañanas de disfrutar de las vistas de la isla y noches de fotografía del jaleo menorquín.
Estuvimos alojados en la zona de Son Bou y desde aquí planificábamos qué visitaríamos al día siguiente. La fama de la cala Macarella es merecida en su totalidad y curiosamente la dejamos para visitar al final del viaje. Cuando fuimos allí quisimos seguir avanzando hasta la Macarelleta, más escondida y pequeña pero bella a la par. La cala En Turqueta, la cala Cavalleria, las casitas blancas de Binibèquer, las vistas impresionantes desde el punto más alto de la isla en la montaña de El Toro, atardeceres increíbles, panorámicas a pulso desde el faro del Cap de Cavalleria, contraluces y siluetas, sombras y luces… Visitar las localidades de Ciutadella o Fornells y comprar los souvenirs imprescindibles: la sobrasada y el queso de menorca; las ensaimadas ya nos las desayunábamos nosotros :-P Una noche después de cenar, mis acompañantes tuvieron la paciencia suficiente para soportar mis experimentos de larga exposición con los barcos yendo y viniendo en el puerto de Maó. En definitiva, un paraíso fotográfico para no dejar la cámara en la bolsa más que cuando hay que probar el agua del mar o deleitarse con una estupenda caldereta de bogavante.
Me ha costado mucho decidirme entre las casi 800 fotos que tengo del viaje y hacer un post ligerito de ver. Así que espero os guste esta selección tanto como a mí.
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